viernes, 20 de mayo de 2016

AFILADORA DE HERRAMIENTAS, LA EVOLUCION DEL REAFILADO.

El afilado –crear por primera vez o devolverle a una herramienta de corte la geometría y el acabado superficial ‘ideal’ para su buen uso– es tan antiguo como el origen de la humanidad: apenas el hombre aprendió a fabricar herramientas tuvo que pensar en cómo afilarlas. 

so intuitivo. Estos conocimientos se adquieren con mucho esfuerzo y a través de años de trabajo, por lo cual, los buenos afiladores son sumamente valorados en la industria del metal.

En Colombia, cada vez es más difícil encontrar a expertos en este arte, especialmente, cuando se trata de afilar herramientas complejas. Aunque es un proceso común y en los talleres de maquinado, por lo menos, hay un esmeril o una rectificadora para reacondicionar los útiles, muchas veces, este trabajo no es estándar y tampoco está controlado. 

En la mayoría de las ocasiones, las metalmecánicas se limitan a reafilar los buriles o las brocas convencionales y, para las herramientas especiales, prefieren subcontratar el servicio con firmas externas.

 Cuando una empresa subcontrata un afilado está dejando a disposición de terceros esa área. Esos terceros ofrecen un proceso eficiente y especializado, con personal capacitado y equipos acordes para cada necesidad.  

Ahora bien, el afilado en el taller garantiza la autonomía y la disponibilidad de las herramientas, así como la reducción de tiempos de entrega y un mayor control del proceso. En todo caso, bien sea que se realice outsourcing o internamente, el reafilado es un tema de vital importancia que no puede menospreciarse.

En materia de afilado no se puede improvisar. La demanda exige empresas eficientes, piezas con menores tolerancias y acabados superficiales más prolijos. Como afirma el ingeniero Olver Sepúlveda, jefe de Servicio Técnico de Herramientas de la firma Imocom, “Antes no importaba detener una máquina mientras se afilaba la herramienta, pero, a medida que han surgido las necesidades de reducir los tiempos de alistamiento y de fabricación, así como los periodos improductivos, también es indispensable profesionalizar el afilado y la estabilidad de este proceso, tanto como la inspección dimensional y geométrica de las herramientas”.

No obstante, cuando se habla de este tema, las metalmecánicas nacionales se resisten a la actualización. “Más allá de los costos que implica la adquisición de nueva tecnología, el problema es modificar la cultura del trabajador. Para un operario, acostumbrado al afilado manual en el esmeril, es muy complicado trabajar de otra forma”, añadió Sepúlveda.

Es vital romper esa limitación, promover el cambio cultural y adoptar mejores prácticas de afilado. Para ello, la industria ofrece afiladoras para cada presupuesto y necesidad del mecanizado. Aunque siempre serán indispensables los conocimientos de un buen afilador, hoy se pueden reacondicionar las herramientas de corte con máquinas que garantizan la simetría entre los filos, las dimensiones y los ángulos, sin requerir expertos. Hay opciones que van desde las má- quinas tipo tajalápices, en las que se pueden afilar las brocas y las fresas escariadoras, en cuestión de minutos, a través de movimientos sencillos de rotación, hasta las más sofisticadas afiladoras universales CNC, capaces de reacondicionar todo tipo de herramienta de corte, realizar la inspección final y generar un informe pormenorizado del proceso.


Básicamente, son unidades de afilado muy versátiles, que en su interior tienen ruedas abrasivas (piedras), conectadas a un motor para trabajo pesado, que supera las 3.000 rpm. La estructura básica cuenta con módulos para el afilado, en los cuales el operario inserta la herramienta, previamente acoplada con una boquilla, para que el sistema de piedras rectifique la geometría del útil.

Cada módulo está diseñado para afilar ángulos y filos específicos y estándar, hay equipos que permiten ajustar la geometría del desahogo (ancho de filo trasversal, profundidad del desahogo, ángulo de posición y del destalonado). Además, el mercado ofrece afiladoras portátiles equipadas con accesorios para afilar otras herramientas de corte, como brocas de grandes diámetros y avellanadores. Son máquinas que se pueden adaptar según las necesidades y el crecimiento del taller. Es importante que el trabajador realice correctamente el acople y la graduación de la herramienta en la boquilla correcta, además, que seleccione bien el ángulo del afilado. La operación es aprueba de errores, ya que, tanto las boquillas como los agujeros están debidamente marcados y el mecanismo tiene topes que limitan el movimiento.

Según su tecnología y desarrollo, las afiladoras portátiles pueden reafilar herramientas sólidas (brocas, fresas, escariadores y avellanadores) de dos, tres, cuatro y seis filos, con diámetros entre los 1,5 mm y los 52 mm y longitudes desde 50 mm hasta 222 mm. Incluso, hay equipos que cuentan con un pequeño tablero digital (CN), para la programación del proceso automáticamente. Estas afiladoras pueden almacenar en la memoria las geometrías de las puntas de las herramientas definidas por el usuario. Disponen de un menú rápido que localiza la punta de la herramienta, mide el diámetro, localiza y posiciona el filo, determina el espesor del alma, e identifica el punto inicial de contacto de la herramienta con la muela y procede al afilado. Se trata de máquinas muy rápidas, que rectifican herramientas con precisión y rapidez, dependiendo del estado y del tamaño de la herramienta.




TOMADO DE: http://www.metalactual.com/revista/33/maquinaria_afiladoras.pdf

  

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