El afilado –crear por primera vez o devolverle a una herramienta
de corte la geometría y el acabado superficial
‘ideal’ para su buen uso– es tan antiguo como el origen
de la humanidad: apenas el hombre aprendió a fabricar
herramientas tuvo que pensar en cómo afilarlas.
so intuitivo. Estos conocimientos se adquieren con mucho
esfuerzo y a través de años de trabajo, por lo cual,
los buenos afiladores son sumamente valorados en la
industria del metal.
En Colombia, cada vez es más difícil encontrar a expertos
en este arte, especialmente, cuando se trata de afilar
herramientas complejas. Aunque es un proceso común
y en los talleres de maquinado, por lo menos, hay un
esmeril o una rectificadora para reacondicionar los útiles,
muchas veces, este trabajo no es estándar y tampoco
está controlado.
En la mayoría de las ocasiones, las
metalmecánicas se limitan a reafilar
los buriles o las brocas convencionales
y, para las herramientas especiales,
prefieren subcontratar el servicio
con firmas externas.
Cuando una empresa subcontrata
un afilado está dejando a disposición
de terceros esa área. Esos terceros
ofrecen un proceso eficiente
y especializado, con personal capacitado
y equipos acordes para cada
necesidad.
Ahora bien, el afilado en el taller garantiza
la autonomía y la disponibilidad
de las herramientas, así como
la reducción de tiempos de entrega
y un mayor control del proceso. En
todo caso, bien sea que se realice
outsourcing o internamente, el reafilado
es un tema de vital importancia
que no puede menospreciarse.
En materia de afilado no se puede
improvisar. La demanda exige empresas
eficientes, piezas con menores
tolerancias y acabados superficiales
más prolijos. Como afirma
el ingeniero Olver Sepúlveda, jefe
de Servicio Técnico de Herramientas
de la firma Imocom, “Antes no
importaba detener una máquina
mientras se afilaba la herramienta,
pero, a medida que han surgido las
necesidades de reducir los tiempos
de alistamiento y de fabricación, así
como los periodos improductivos,
también es indispensable profesionalizar
el afilado y la estabilidad de
este proceso, tanto como la inspección
dimensional y geométrica de las
herramientas”.
No obstante, cuando se habla de
este tema, las metalmecánicas nacionales
se resisten a la actualización.
“Más allá de los costos que implica la
adquisición de nueva tecnología, el
problema es modificar la cultura del
trabajador. Para un operario, acostumbrado
al afilado manual en el
esmeril, es muy complicado trabajar
de otra forma”, añadió Sepúlveda.
Es vital romper esa limitación, promover
el cambio cultural y adoptar
mejores prácticas de afilado. Para
ello, la industria ofrece afiladoras
para cada presupuesto y necesidad
del mecanizado. Aunque siempre
serán indispensables los conocimientos
de un buen afilador, hoy
se pueden reacondicionar las herramientas
de corte con máquinas que
garantizan la simetría entre los filos,
las dimensiones y los ángulos, sin requerir
expertos.
Hay opciones que van desde las má-
quinas tipo tajalápices, en las que se
pueden afilar las brocas y las fresas
escariadoras, en cuestión de minutos,
a través de movimientos sencillos
de rotación, hasta las más sofisticadas
afiladoras universales CNC,
capaces de reacondicionar todo tipo
de herramienta de corte, realizar la
inspección final y generar un informe
pormenorizado del proceso.
Básicamente, son unidades de
afilado muy versátiles, que en su
interior tienen ruedas abrasivas
(piedras), conectadas a un motor
para trabajo pesado, que supera
las 3.000 rpm. La estructura básica
cuenta con módulos para el afilado,
en los cuales el operario inserta
la herramienta, previamente acoplada
con una boquilla, para que
el sistema de piedras rectifique la
geometría del útil.
Cada módulo está diseñado para
afilar ángulos y filos específicos y
estándar, hay equipos que permiten
ajustar la geometría del desahogo
(ancho de filo trasversal,
profundidad del desahogo, ángulo
de posición y del destalonado).
Además, el mercado ofrece afiladoras
portátiles equipadas con
accesorios para afilar otras herramientas
de corte, como brocas de
grandes diámetros y avellanadores.
Son máquinas que se pueden
adaptar según las necesidades y el
crecimiento del taller.
Es importante que el trabajador
realice correctamente el acople y
la graduación de la herramienta
en la boquilla correcta, además,
que seleccione bien el ángulo del
afilado. La operación es aprueba
de errores, ya que, tanto las boquillas
como los agujeros están
debidamente marcados y el mecanismo
tiene topes que limitan el
movimiento.
Según su tecnología y desarrollo,
las afiladoras portátiles pueden reafilar
herramientas sólidas (brocas,
fresas, escariadores y avellanadores)
de dos, tres, cuatro y seis filos,
con diámetros entre los 1,5 mm y
los 52 mm y longitudes desde 50
mm hasta 222 mm.
Incluso, hay equipos que cuentan
con un pequeño tablero digital (CN),
para la programación del proceso
automáticamente. Estas afiladoras
pueden almacenar en la memoria las
geometrías de las puntas de las herramientas
definidas por el usuario.
Disponen de un menú rápido que
localiza la punta de la herramienta,
mide el diámetro, localiza y posiciona
el filo, determina el espesor del
alma, e identifica el punto inicial de
contacto de la herramienta con la
muela y procede al afilado.
Se trata de máquinas muy rápidas,
que rectifican herramientas con precisión
y rapidez, dependiendo del estado
y del tamaño de la herramienta.
TOMADO DE: http://www.metalactual.com/revista/33/maquinaria_afiladoras.pdf
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